Acariciando el cielo de Cecebre
01 “Esto ocurrió en aquellos años en que una gallina costaba dos pesetas y la fraga de Cecebre era más extensa y frondosa. Xan de Malvís, más conocido por Fendetestas, pensó –una vez que llenaba un saco de piñas remendado- que aquella espesura podía muy bien albergar a un bandolero.” Estancia III. “El alma en pena de Fiz de Cotovelo”. Pág. 67. ALEX VÁZQUEZ. Acrílico s/madera de haya. 40x40 cm
“Por la tarde, se aventuraron en el bosque, y Amelia, la menor, dijo que le recordaba los cuentos de hadas, y Gloria, la mayor, corroboró que la impresión era exactamente ésa. Pero no anduvieron más de unos cincuenta metros, porque una pensó en los lobos y la otra preguntó en voz alta si no habría víboras.” Estancia V. “Las mujeres perdidas en el bosque”. Pág. 92. Acrílico s/madera de haya. 40x40 cm
“La campana de San Salvador de Cecebre decía: “¡Morreu unha vella, deixou unha manta!”. La de Pravio proponía jubilosa: “¡Repartámola! ¡Repartámola!”. Y otra campana más lejana y más grave se oponía con reprochadora voz de bajo: “¡Non! ¡Non! ¡Non!”. Estancia XI. “Luna clara”. Pág. 182. Acrílico s/madera de haya. 40x40 cm
22.- “Los senderos de la fraga quedaron borrados y todo pareció en ella haber cambiado de forma y de lugar, desorientadoramente. Diríase que esperaba una visita sobrenatural y que se había metamorfoseado para ella”. Estancia XI. “Luna clara”. Pág. 178. Acrílico s/madera de haya. 40x40 cm
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“Los árboles ejercitan distracciones, tan inocentes como ellos mismos, que no conocen el mal. Especialmente les gusta cantar, y cantan en coro las pocas canciones que han logrado componer.” Estancia I. “La fraga de Cecebre”. Pág. 44. Acrílico s/madera de haya. 40x40 cm
13.- “Al salir del bosque se encontraba en seguida la casa de la Arruallo: era cómoda, si no grande, y desde la muerte del marido, el primer piso se utilizaba tan sólo para el almacén.” Estancia VII. “El libro de San Ciprián”. Pág. 121. Acrílico s/madera de haya. 40x40 cm
“Los primeros que presienten la llegada de la noche son los árboles. Se van quedando quietos y toda la fraga enmudece. Desde fuera se ven ya como grutas de sombra en el verdor y las copas más altas se recortan sobre el cielo tan inmóviles como si estuvieran pintadas.” Estancia V. “Las mujeres perdidas en el bosque”. Pág. 90. Acrílico s/madera de haya. 40x40 cm
“Llegaron juntas, eligieron una casita de juguete, blanca y pequeñita, próxima a la fraga. Costaba poco y no daría mucho trabajo el limpiarla. El día que la visitaron lucía el sol y todo era colores y aromas de campo.” Estancia V. “Las mujeres perdidas en el bosque”. Pág. 91. Acrílico s/madera de haya. 40x40 cm